El cerebro humano, esa compleja maquinaria que dirige todo lo que pensamos, sentimos y hacemos, puede también romperse cuando se ve sometido a una carga emocional desbordante. Así lo advierte el neurocientífico Rony Paz, quien lidera investigaciones de vanguardia en el Instituto Weizmann de Israel sobre cómo se altera el cerebro frente a la ansiedad extrema y el estrés postraumático.

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Desde la convergencia entre neurociencia e inteligencia artificial, su trabajo permite entender qué sucede cuando el equilibrio emocional se pierde. Paz explica que las emociones intensas, que en principio ayudan a aprender y sobrevivir, pueden desviarse y provocar alteraciones graves en el funcionamiento cerebral. Lo más sorprendente: estos efectos pueden medirse, analizarse y, en el futuro, incluso modularse.
Cuando el cerebro pierde el control emocional

La neurociencia avanza hacia nuevas terapias gracias al uso de inteligencia artificial para estudiar los efectos del trauma en el cerebro.
Uno de los hallazgos más relevantes del equipo de Rony Paz se centra en la interacción entre dos regiones clave del cerebro: la amígdala y la corteza prefrontal. La amígdala, que procesa el miedo y otras emociones fuertes, tiende a sobreactivarse en personas con ansiedad extrema o estrés postraumático, mientras que la corteza prefrontal, responsable del razonamiento y el control, pierde influencia. Esta desregulación genera respuestas exageradas ante estímulos que no representan un peligro real.
Según el investigador, este desequilibrio explica por qué algunas personas reaccionan con angustia desproporcionada frente a situaciones cotidianas. Su laboratorio ha demostrado cómo estas respuestas cerebrales están vinculadas con patrones de aprendizaje emocional disfuncional, donde el cerebro generaliza experiencias negativas y las asocia a contextos nuevos, perpetuando así la ansiedad.
Inteligencia artificial para tratar trastornos emocionales

La ansiedad extrema altera el equilibrio entre la amígdala y la corteza prefrontal, afectando el control emocional del cerebro.
El estudio también plantea un giro prometedor: el uso de inteligencia artificial para analizar el comportamiento neuronal y desarrollar aplicaciones que ayuden a diagnosticar y tratar trastornos mentales. Paz y su equipo ya trabajan en herramientas capaces de predecir si una persona tiene mayor riesgo de desarrollar ansiedad o estrés postraumático mediante el análisis de su actividad cerebral.

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La apuesta a futuro es aún más ambiciosa: lograr una modulación precisa de la actividad neuronal en tiempo real. Esto permitiría intervenir directamente en los circuitos afectados, como si se afinara un instrumento musical, para restaurar el equilibrio emocional. En sus palabras, sería como “tocar el cerebro como un piano”. Aunque suene futurista, Paz asegura que varias startups ya están desarrollando estas tecnologías con respaldo científico.