Durante una función del Circo de los Dioses en Surco, Korina Rivadeneira fue invitada al escenario. Aunque inicialmente se negó, accedió por cortesía. Sin embargo, uno de los bailarines le palmoteó los glúteos en pleno show, sin su consentimiento. La influencer alzó su voz públicamente y recordó que “nadie puede tocarte sin tu permiso”, señalando que la atención debe centrarse en quien cruza los límites, y no en la víctima.

PUEDES VER: ¿Qué revela de tu personalidad el hábito de ordenar los billetes de mayor a menor, según la psicología?
Este tipo de agresión no solo vulnera físicamente, también tiene impacto emocional. Según la Oficina de Salud para la Mujer de Estados Unidos, quienes experimentan tocamientos sin consentimiento o cualquier tipo de abuso están en mayor riesgo de padecer trastornos como ansiedad, depresión o estrés postraumático (TEPT). El trauma no distingue entre un escenario artístico o una calle vacía: su huella puede quedarse por años.
¿Cómo se manifiestan las secuelas psicológicas?
Las víctimas pueden desarrollar miedo persistente, culpa injustificada o inseguridad en espacios públicos. También es común que enfrenten insomnio, evasión social o irritabilidad. En algunos casos, estos síntomas evolucionan hacia trastornos más graves como autolesiones o pensamientos suicidas. La psicóloga Natalia Soto, especialista en salud mental femenina, señala que “cuando el abuso es minimizado por el entorno o disfrazado de humor, el impacto emocional se profundiza”.

Las víctimas pueden sufrir de depresión o ansiedad.
La ley peruana es clara, cualquier acto sin consentimiento está penado. El artículo 176 del Código Penal establece sanciones de 3 a 6 años de cárcel para quienes incurren en estos delitos. Las caricias, besos, abrazos o palmadas no consentidas no son bromas ni parte de un show. Son formas de agresión que vulneran derechos.
¿Cómo afecta a la salud mental?
Las consecuencias del abuso pueden durar mucho más que el evento en sí. La recuperación emocional requiere tiempo, acompañamiento psicológico y una red de apoyo. Validar el testimonio de la víctima es un primer paso, pero también lo es promover sanciones ejemplares. El caso de Korina pone sobre la mesa un debate urgente: ¿qué estamos normalizando en nombre del “espectáculo”?

La recuperación emocional requiere tiempo, acompañamiento psicológico.
¿Qué podemos hacer como sociedad?
Romper el silencio, cuestionar las narrativas que disfrazan la violencia y exigir respeto. Desde los espacios de entretenimiento hasta el hogar, es momento de erradicar la cultura que minimiza el abuso. Escuchar, informar y actuar pueden evitar nuevas heridas. El cuerpo no es un escenario, y el consentimiento no se negocia.