Cómo funciona el cerebro de las personas violentas.
Cómo funciona el cerebro de las personas violentas.

Presunta agresión de Christian Cueva a jugador del Barcelona SC: qué dice la ciencia sobre este comportamiento

|21 septiembre 2025

La presunta agresión del futbolista peruano Christian Cueva a un jugador del Barcelona SC ha vuelto a poner en debate la relación entre la violencia y el deporte. Pero más allá del hecho puntual y la reacción emocional, ¿qué ocurre realmente en la mente de alguien cuando actúa con violencia? ¿Es solo cuestión de carácter o hay algo más profundo detrás?

Diversos estudios neurocientíficos han demostrado que la conducta agresiva no siempre responde únicamente a factores externos o a una mala actitud. De hecho, existen mecanismos biológicos en el cerebro que pueden predisponer a ciertas personas a reaccionar con violencia, especialmente ante situaciones de presión, frustración o conflicto. Conocer estos mecanismos es clave no solo para entender reacciones como la de Cueva, sino también para abordar de forma más efectiva la violencia en el fútbol y en la sociedad en general.

¿Qué áreas del cerebro están involucradas en la agresividad?

Las reacciones impulsivas y agresivas pueden tener una base neurobiológica relacionada con desequilibrios en regiones clave del cerebro.

Las reacciones impulsivas y agresivas pueden tener una base neurobiológica relacionada con desequilibrios en regiones clave del cerebro.

Las investigaciones han identificado varias estructuras cerebrales relacionadas con la conducta violenta, entre ellas el sistema límbico, el lóbulo frontal, la amígdala y la corteza cingulada. Un artículo publicado en The Conversation, revela que estas zonas están encargadas de regular emociones, impulsos y toma de decisiones. En personas con patrones agresivos, se han encontrado alteraciones anatómicas y funcionales en estas regiones, así como una reducción del volumen de la sustancia gris, especialmente en la corteza orbitofrontal, área clave para controlar los impulsos.

En muchos casos, estos desequilibrios están relacionados con una menor actividad de la serotonina, un neurotransmisor que cumple un rol esencial en la inhibición de comportamientos impulsivos. La baja serotonina se ha asociado con mayores niveles de violencia, suicidio y comportamiento antisocial. También participan otros sistemas como el noradrenérgico y el dopaminérgico, todos involucrados en la forma en que el cerebro procesa emociones intensas como la ira o la frustración.

Hormonas, genética y presión social

Estudios científicos han vinculado bajos niveles de serotonina con comportamientos violentos e impulsivos, tanto en animales como en humanos.

Estudios científicos han vinculado bajos niveles de serotonina con comportamientos violentos e impulsivos, tanto en animales como en humanos.

Además de los factores neurológicos, la ciencia también ha encontrado vínculos entre la agresividad y ciertos elementos hormonales, como la testosterona. Niveles elevados de esta hormona, especialmente en hombres jóvenes y en contextos competitivos como el deporte profesional, pueden facilitar reacciones agresivas. De hecho, en estudios comparativos, los delincuentes mostraban niveles de testosterona más altos que el promedio.

Por otro lado, hay hallazgos genéticos que indican que mutaciones en ciertos genes relacionados con la enzima MAO-A, encargada de metabolizar neurotransmisores como la serotonina, pueden predisponer a conductas violentas. A esto se suma el impacto del entorno: el estrés, la cultura de la agresividad y el consumo de sustancias también juegan un papel determinante. Así, el cerebro de las personas violentas es producto de una compleja interacción entre biología, genética y entorno.