A pesar de los constantes rumores y especulaciones sobre una supuesta crisis en su relación, Pamela Franco ha salido al frente para desmentir cualquier ruptura con Christian Cueva. Su declaración no solo ha acaparado titulares en el mundo del espectáculo, sino que también ha reavivado una vieja pero vigente pregunta: ¿el amor puede cegarnos al punto de ignorar lo evidente?
Más allá de los focos y las redes sociales, la ciencia lleva años intentando explicar por qué, cuando estamos enamorados, muchas veces no vemos con claridad. Idealización, apego emocional y hasta cambios en el funcionamiento del cerebro son solo algunas de las razones detrás de este fenómeno. En esta nota, te contamos qué dicen los expertos sobre cómo el amor puede distorsionar nuestra percepción.
¿El amor te vuelve ciego? La ciencia responde

Un estudio del University College de Londres reveló que estar enamorados reduce nuestra capacidad de juicio social.
“El amor te ciega”. Es una frase que todos hemos escuchado, y probablemente vivido, en algún momento de nuestras vidas. Admiramos tanto a alguien que dejamos de ver sus defectos, justificamos actitudes insanas o simplemente evitamos ver la realidad, aunque esté frente a nuestros ojos. Pero, ¿esto es solo una metáfora romántica o tiene un fundamento científico?
La respuesta parece estar en nuestro propio cerebro. Un estudio del University College de Londres reveló que estar enamorados reduce nuestra capacidad de juicio social. Esto significa que nos volvemos más propensos a ignorar los errores o malas actitudes de la pareja. En resumen, el amor sí puede cegarnos —literal y neurológicamente—, y no es solo cuestión de emociones intensas: hay procesos químicos y evolutivos detrás.
Lo que hace el cerebro cuando el amor entra en escena

El amor activa en el cerebro la liberación de oxitocina, la ‘hormona del amor’, que intensifica las emociones positivas y puede nublar nuestro juicio.
El estudio también explica cómo nuestro cerebro activa un curioso “mecanismo de empujar y tirar”: se suprimen las emociones negativas (como el rechazo o el juicio crítico) y, en cambio, se intensifican las emociones afectuosas, como la ternura o la admiración. Todo esto ocurre para favorecer la conexión con la otra persona y, desde una perspectiva evolutiva, aumentar las probabilidades de reproducirse y formar vínculos duraderos.
Además, el cerebro nos recompensa con una dosis de oxitocina, conocida como la “hormona del amor”. Esta sustancia nos hace sentir tan bien que incluso después de una decepción amorosa o una relación difícil, volvemos a enamorarnos. En otras palabras, el amor no solo es ciego, sino también resiliente. Nuestro cuerpo está diseñado para volver a intentarlo, a pesar de las señales de alerta.