Miguel Uribe Turbay falleció de una hemorragia cerebral, luego de luchar por su vida tras sufrir un atentado cuando realizaba un mitin. El principal sospechoso es un menor de 15 años, causando indignación y abriendo un debate profundo. Más allá del impacto inmediato, este suceso plantea una pregunta fundamental: ¿Qué factores psicológicos influyen para que un adolescente tome decisiones tan extremas y peligrosas?
La psicología ofrece diversas perspectivas para entender el comportamiento de los jóvenes que se involucran en actividades criminales. Desde el desarrollo cerebral incompleto hasta las presiones sociales y experiencias adversas en el entorno familiar, múltiples elementos pueden influir en la mente de un adolescente. Explorar estas causas es clave para diseñar estrategias que no solo prevengan estos actos, sino que también promuevan la rehabilitación y el acompañamiento integral de los menores en riesgo.
Factores psicológicos de la delincuencia juvenil
La psicología ha identificado múltiples factores que influyen en que un adolescente se involucre en conductas criminales. Entre ellos, los problemas de salud mental son determinantes: estudios del Centro Nacional de Salud Mental y Justicia Juvenil indican que entre el 60 % y 70 % de los jóvenes en el sistema judicial presentan trastornos como conductas disruptivas, consumo de sustancias, ansiedad o depresión.

Los trastornos de salud mental afectan hasta al 70% de los adolescentes en conflicto con la ley, aumentando el riesgo de conductas delictivas si no reciben atención adecuada.
Estos trastornos, si no se tratan adecuadamente, pueden manifestarse en comportamientos agresivos o delictivos como una forma de enfrentar síntomas internos. Theodore Beauchaine, experto en impulsividad y regulación emocional, destaca que la combinación de problemas psicológicos y ambientes adversos aumenta la probabilidad de que un menor adopte conductas antisociales.
Además, rasgos de personalidad como la impulsividad, baja empatía y agresividad están relacionados con la delincuencia juvenil. La reconocida criminóloga Terrie E. Moffitt explica que algunos adolescentes exhiben patrones antisociales persistentes desde la infancia, mientras otros delinquen solo durante la adolescencia debido a factores sociales y biológicos. El trauma y las experiencias adversas tempranas, como el abuso o la negligencia, también juegan un papel crucial, incrementando el riesgo de conductas delictivas y problemas de salud mental, tal como lo señala la Organización Mundial de la Salud y el CDC. Estos elementos psicológicos se combinan para influir en la mente y comportamiento de adolescentes en situaciones límites.
Influencias sociales y el desarrollo cognitivo en la toma de decisiones

El desarrollo incompleto del lóbulo frontal en adolescentes limita el control de impulsos y favorece decisiones arriesgadas, un factor clave en la delincuencia juvenil.
El entorno social y familiar es fundamental para comprender la delincuencia juvenil. Dinámicas familiares disfuncionales, como la negligencia o disciplina excesiva, junto a la presión de pares y la pertenencia a pandillas, pueden empujar a los adolescentes hacia el delito. Según investigaciones de la Universidad de Georgetown, la necesidad de aceptación y el sentido de identidad influyen en la participación en conductas antisociales. Además, factores socioeconómicos como la pobreza y la falta de acceso a educación aumentan la vulnerabilidad de los jóvenes a involucrarse en actividades criminales.
Por otro lado, el desarrollo cognitivo del adolescente es todavía incompleto, especialmente en áreas relacionadas con el control de impulsos y la toma de decisiones. Laurence Steinberg y Frances Jensen destacan que el desequilibrio entre el sistema de recompensa emocional y el control racional hace que los jóvenes sean más propensos a comportamientos impulsivos y riesgosos. Este desarrollo cerebral, junto a factores ambientales, condiciona las decisiones que llevan a la delincuencia. Comprender estas motivaciones es clave para diseñar políticas de prevención y rehabilitación enfocadas en las necesidades reales de los adolescentes en conflicto con la ley.
Entender qué ocurre en la mente de un adolescente que comete un crimen es fundamental para abordar la violencia juvenil desde sus raíces. Solo con un enfoque integral que incluya salud mental, entorno social y desarrollo cognitivo, se podrán diseñar estrategias efectivas de prevención y rehabilitación. La sociedad tiene el desafío de acompañar a estos jóvenes en su camino hacia un futuro diferente.