En los últimos años, expertos en salud infantil y juvenil han encendido las alarmas ante un preocupante aumento en los problemas de salud que afectan a los adolescentes. Cambios en el estilo de vida, el uso excesivo de pantallas, la presión académica y las redes sociales están generando un entorno cada vez más desafiante para el bienestar físico y emocional de los jóvenes. Aunque muchas señales pueden pasar desapercibidas, un trastorno silencioso está impactando directamente en su calidad de vida.

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Según diversos estudios recientes, el insomnio ya afecta al 40% de los adolescentes en todo el mundo. Esta condición, muchas veces subestimada, no solo implica dificultades para conciliar el sueño, sino también consecuencias graves como fatiga crónica, bajo rendimiento escolar, irritabilidad y riesgo elevado de trastornos mentales. La falta de descanso adecuado se está convirtiendo en una crisis silenciosa que urge visibilizar y tratar a tiempo.
El insomnio como trastorno silencioso
El insomnio en adolescentes no solo implica tener problemas para dormir; también está relacionado con fatiga crónica, bajo rendimiento escolar, cambios de humor, ansiedad y una mayor probabilidad de desarrollar enfermedades crónicas a largo plazo. La ciencia ha demostrado que existe una conexión directa entre una mala calidad del sueño y la aparición de trastornos metabólicos, cardiovasculares, inmunológicos e incluso neurodegenerativos.

El insomnio afecta cada vez a más adolescentes, impactando su rendimiento escolar y bienestar emocional.
A pesar de su impacto, este trastorno suele ser subestimado tanto por padres como por docentes. Muchas veces, se interpreta como “rebeldía” o “desorganización”, cuando en realidad puede haber causas biológicas, psicológicas o ambientales de fondo que deben ser atendidas por especialistas.
¿Por qué duermen menos los adolescentes?
Lorenzo Armenteros, miembro del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) y de la Alianza por el Sueño, advierte que factores como el uso excesivo de pantallas, la presión académica, el consumo de bebidas energéticas y la falta de horarios regulares son responsables del deterioro en la calidad del sueño de los adolescentes. La hiperactivación cerebral al final del día, sumada a la dificultad para desconectarse de redes sociales o videojuegos, genera un desfase en el ritmo biológico conocido como “jetlag social”.
En muchos casos, esta privación de sueño no se compensa adecuadamente. Aunque los adolescentes duermen más los fines de semana, ese descanso acumulado no elimina los efectos negativos de la falta de sueño entre semana, y muchos presentan síntomas de somnolencia diurna, dificultad para concentrarse o cambios en el estado de ánimo.

Especialistas advierten que la falta de sueño en jóvenes puede tener consecuencias físicas y mentales a largo plazo.
Efectos del insomnio en el cuerpo y la mente
Mar García Sánchez, psicopedagoga del Hospital Quirónsalud Valencia, y Gonzalo Pin Arboledas, pediatra especialista en Medicina del Sueño y jefe del mismo servicio, señalan que la falta de descanso en niños y adolescentes puede generar dificultades en la atención sostenida, irritabilidad y problemas de conducta. Además, afecta el equilibrio emocional, incrementa la susceptibilidad y complica la gestión del estrés, la adaptación escolar y las habilidades sociales.
También advierten que el sueño insuficiente repercute directamente en el rendimiento académico, ya que durante el descanso el cerebro procesa y consolida la información aprendida. La falta de sueño reduce la memoria y concentración, y compromete tanto el desarrollo físico como el bienestar mental, aumentando el riesgo de ansiedad, depresión y otros trastornos emocionales.