A menudo se habla de los “malos hábitos” como si fueran simples decisiones equivocadas o señales de debilidad de carácter. Sin embargo, detrás de muchas de estas conductas, como dormirse tarde, aislarse socialmente o pasar horas frente a una pantalla, se esconden mecanismos profundos, diseñados por el cerebro para sobrevivir al trauma y a un entorno emocionalmente hostil.
La terapeuta Miriam Salinas, especializada en ansiedad, plantea que estas conductas no son fallos ni vicios, sino respuestas neurobiológicas ante el dolor emocional y el estrés crónico. En lugar de juzgarlas, debemos aprender a interpretarlas como señales de que algo no ha sanado por completo. Comprender esto puede transformar nuestra relación con nosotros mismos y dar paso al inicio de una verdadera recuperación emocional.
El descanso tardío y el uso de pantallas como escapes emocionales
Muchos creen que acostarse tarde es simplemente falta de disciplina, pero Salinas invita a ver esta conducta desde otra perspectiva: “Si te acuestas tarde por la noche, es porque es el único momento en el que sientes paz y seguridad”, afirma.

Detrás de muchas de estas conductas, como dormirse tarde, aislarse socialmente o pasar horas frente a una pantalla, se esconden mecanismos profundos.
La noche representa, para muchas personas con ansiedad, un momento donde cesa el ruido del día, permitiéndoles sentir algo de calma. Este patrón, lejos de ser insomnio sin motivo, es una respuesta adaptativa a una vida marcada por la hipervigilancia y el estrés constante.
El uso intensivo del teléfono también entra en esta categoría. Lejos de ser un simple hábito moderno, para algunos se convierte en una forma de evasión mental. “Pasas horas en el teléfono porque prefieres eso a enfrentarte a tus pensamientos”, explica la experta.
Esta evitación cognitiva es una manera de huir de los pensamientos intrusivos, una estrategia momentánea para no enfrentarse a emociones no procesadas. Es una distracción temporal, pero no una solución real.
Perfeccionismo, aislamiento y otros reflejos del trauma
Otro comportamiento común que Salinas observa en sus pacientes es el aislamiento emocional. Para quienes crecieron en entornos inseguros, alejarse del contacto social no es una elección, sino una forma de autoprotección. “Te aíslas cuando te sientes abrumada porque aprendiste que era lo más seguro enfrentar las cosas solo”, afirma la terapeuta.
En estos casos, la soledad no nace del desinterés, sino del miedo a exponerse emocionalmente. Es una respuesta que permite al cerebro protegerse del posible daño interpersonal, un reflejo de heridas profundas aún abiertas.

Te aíslas cuando te sientes abrumada porque aprendiste que era lo más seguro enfrentar las cosas solo.
También destaca el caso del perfeccionismo, una conducta muchas veces celebrada socialmente, pero que puede esconder un deseo desesperado de control ante el caos interno. “Eres perfeccionista porque es la única forma en la que sientes que tienes el control”, señala.
Desde el enfoque neurobiológico de Salinas, el perfeccionismo surge como una forma de calmar la ansiedad y reducir la incertidumbre emocional. Aunque agota, brinda una falsa sensación de estabilidad frente al desorden emocional interno.
Finalmente, remarca algo clave para quienes se juzgan por estos comportamientos: “Estos hábitos no son culpa tuya. Son estrategias que tuviste que desarrollar para sobrevivir.”

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Reconocer que estos patrones son adaptaciones al trauma —y no defectos personales— es fundamental para iniciar el proceso de sanación. Porque, como recuerda la terapeuta, nadie está roto: simplemente estamos haciendo lo mejor que podemos para lidiar con lo que nos tocó vivir.