Aunque socialmente la bondad y la amabilidad son valores ampliamente apreciados, diversos estudios psicológicos han demostrado que, en ciertos casos, ser "demasiado bueno" puede generar rechazo en los demás. Este fenómeno, que puede parecer contradictorio, ha sido analizado por expertos en psicología y comportamiento social, quienes han identificado patrones que explican esta reacción.

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El miedo al rechazo y la percepción de la bondad extrema
Según el psicólogo Unai Aso, especialista en orientación Cognitivo-Conductual, las personas pueden interpretar la amabilidad excesiva como una señal de falsedad o de falta de autenticidad. "Cuando alguien es extremadamente bueno y complaciente, puede generar desconfianza, pues se percibe como si tuviera una agenda oculta o estuviera manipulando la situación", explica Aso.

Expertos señalan que el exceso de amabilidad genera desconfianza. Foto: Pexels
Además, un artículo publicado en UnoBravo señala que el miedo al rechazo es una de las principales preocupaciones en las relaciones humanas, lo que puede llevar a las personas a evitar a quienes consideran "demasiado buenos" por sentirse en desventaja o incluso en deuda con ellos.
Un estudio citado por Gizmodo revela que las personas que se muestran extremadamente generosas pueden hacer que los demás se sientan incómodos o insuficientes. En una sociedad donde la competencia y la independencia son altamente valoradas, aquellos que ofrecen ayuda constante sin esperar nada a cambio pueden ser vistos como una amenaza a la igualdad en las relaciones interpersonales.

La Generación Z o Centennials está conformada por las personas que nacieron entre 1995 y 2009. Foto: composición GLR/difusión
Por su parte, Cosmopolitan destaca que este fenómeno es especialmente frecuente en la Generación Z, donde la sobreexposición en redes sociales ha generado una cultura de escepticismo. "El exceso de bondad puede interpretarse como una forma de búsqueda de validación social más que como una cualidad genuina", menciona la publicación.
"No se trata de dejar de ser bueno, sino de establecer límites saludables y asegurarse de que las acciones provienen de un deseo genuino, y no de la necesidad de ser aceptado", concluye Aso.