A menudo, síntomas como la fatiga persistente, la sudoración nocturna o la inflamación de ganglios se confunden con afecciones leves, pero podrían estar indicando una enfermedad más seria que afecta el sistema inmunológico. Reconocer estas señales a tiempo es fundamental para evitar complicaciones y mejorar el pronóstico.

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Los especialistas advierten sobre este tipo de cáncer a la sangre que afecta a los linfocitos, células clave para la defensa del organismo. Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), se prevén más de 12 mil nuevos casos para 2025, lo que lo posiciona como uno de los tumores más frecuentes. La doctora Mariana Bastos, hematóloga del Hospital Universitario Gregorio Marañón, explica la importancia de identificar sus síntomas tempranos para un diagnóstico oportuno.
Síntomas y señales de alerta del linfoma
De acuerdo con la doctora Bastos, este tipo de cáncer a la sangre afecta directamente a los linfocitos, un tipo de células que forman parte del sistema inmunitario y que están encargadas de defender al cuerpo frente a infecciones y agresores externos. Estos linfocitos se localizan en los ganglios linfáticos, estructuras distribuidas en diferentes partes del cuerpo como el cuello, las axilas o las ingles. Cuando estas células se alteran, empiezan a acumularse en los ganglios, provocando su crecimiento anormal.

Ganglios linfáticos inflamados en el cuello, una señal común que podría alertar sobre un linfoma.
Este crecimiento da lugar a síntomas visibles, como bultos palpables en el cuello o axilas, y otros internos que pueden generar molestias si comprimen nervios u órganos. A estos signos físicos se suman los llamados síntomas B, que son clave en el diagnóstico: fiebre sin causa aparente, pérdida de peso sostenida y sudoración intensa durante la noche. Aunque estos signos pueden asociarse a otras condiciones, es fundamental consultar con un especialista si se presentan de forma persistente, especialmente si no hay una causa clara que los justifique.
Tipos, causas y cómo han cambiado los tratamientos
Existen más de 100 variedades de esta enfermedad, pero se dividen principalmente en dos grupos: los de tipo Hodgkin y los no Hodgkin. Estos últimos son los más frecuentes y se subdividen según el tipo de linfocito afectado (T o B). Dentro de los no Hodgkin, se identifican variantes agresivas, que requieren tratamiento inmediato, y otras más indolentes, que pueden evolucionar lentamente y, en ciertos casos, ni siquiera necesitar tratamiento al momento del diagnóstico.
Aunque aún no se conocen con certeza las causas por las que algunas personas desarrollan esta enfermedad, sí se han identificado factores genéticos y ciertos virus que podrían aumentar el riesgo. Sin embargo, la doctora Bastos aclara que la mayoría de los casos no tienen una causa evidente, y por ello es importante no bajar la guardia ante cualquier cambio en la salud.

La terapia CAR-T modifica genéticamente los linfocitos del paciente para atacar las células cancerígenas, un avance clave en el tratamiento del linfoma.
Avances médicos
En los últimos años, la medicina ha dado pasos importantes en el tratamiento de este tipo de cáncer sanguíneo. Desde la SEOM destacan avances como el uso de anticuerpos biespecíficos, terapias CAR-T y anticuerpos conjugados de nueva generación, que están revolucionando el abordaje de los casos más complejos.
La terapia CAR-T, por ejemplo, modifica genéticamente los linfocitos del propio paciente para que estos ataquen directamente a las células tumorales. También se están utilizando tratamientos que permiten que el sistema inmunológico actúe de forma más precisa, como los anticuerpos biespecíficos, que dirigen los linfocitos hacia las células cancerígenas para eliminarlas. Estos avances permiten mejorar los resultados clínicos y, en muchos casos, reducir la necesidad de tratamientos más agresivos como la quimioterapia intensiva.