Las recientes acusaciones de abuso presentadas por Suheyn Cipriani han generado un fuerte impacto mediático y social. En respuesta, su madre ha negado rotundamente los señalamientos en su contra, defendiendo su versión de los hechos y solicitando respeto ante la crisis familiar por la que está pasando. Este caso pone sobre la mesa un tema delicado y relevante: la violencia en la infancia y sus efectos profundos en la vida de quienes la padecen.
Especialistas en psicología coinciden en que la violencia durante los primeros años puede dejar secuelas emocionales y mentales significativas, que a menudo se manifiestan a lo largo del desarrollo y la adultez. Las consecuencias pueden ir desde trastornos de ansiedad y depresión hasta dificultades en la formación de relaciones saludables y problemas de autoestima. Analizar estos impactos es fundamental para comprender la magnitud de este tipo de conflictos familiares y promover la prevención y el apoyo adecuado a las víctimas.
Cómo los castigos físicos que marcan la infancia

Los niños, niñas y adolescentes que reciben castigos físicos experimentan miedo extremo, que puede convertirse en terror ante la anticipación del golpe.
Según la Unicef, los niños, niñas y adolescentes que reciben castigos físicos experimentan miedo extremo, que puede convertirse en terror ante la anticipación del golpe. Esta reacción no es solo momentánea: el impacto emocional se profundiza con la sensación de impotencia al no poder controlar o evitar la violencia de sus cuidadores, quienes suelen estar dominados por el enojo o la frustración.
Para sobreponerse, muchos desarrollan mecanismos de adaptación como la obediencia extrema o, en algunos casos, la agresividad. Esto los ubica en el ciclo de la violencia, como víctimas o como futuros agresores. Esta dinámica no se queda en el hogar: se traslada a la escuela y la comunidad, generando un modelo de resolución de conflictos basado en el miedo y la violencia, que perpetúa una cultura violenta a nivel social.
Violencia psicológica y humillaciones

Cuando los padres o cuidadores utilizan insultos o humillaciones para corregir conductas, los niños interiorizan esas palabras como verdaderas sobre sí mismos.
De igual manera, el lenguaje juega un papel central en la construcción del pensamiento y la identidad. Cuando los padres o cuidadores utilizan insultos o humillaciones para corregir conductas, los niños interiorizan esas palabras como verdaderas sobre sí mismos. Crecen creyendo que son "malos", "inútiles" o "indeseables", lo que impacta directamente en su autoestima y en su percepción del valor personal.
Aunque muchos adultos creen que los insultos no tienen el mismo peso que un golpe, la ciencia demuestra que la violencia psicológica provoca daños igual de profundos. Desde ansiedad y depresión, hasta problemas de identidad, sentimientos de abandono, conductas autodestructivas y aislamiento. Las consecuencias son tan reales como alarmantes. Además, bloquean la posibilidad de diálogo y reflexión, enseñando que solo se debe evitar el castigo, no comprender ni resolver los conflictos.