Lo que hace solo unos años parecía una escena sacada de una película de ciencia ficción, hoy empieza a tomar forma como una posibilidad real: la inteligencia artificial aplicada a la comunicación entre humanos y animales domésticos. Investigadores en Londres trabajan activamente para descifrar los gestos, vocalizaciones y comportamientos de perros y gatos, con el objetivo de traducirlos en mensajes comprensibles para las personas.
Los avances recientes en modelos de lenguaje, algoritmos de aprendizaje automático y sensores biométricos han acelerado esta transformación. Ya no se trata solo de interpretar señales básicas, sino de detectar estados emocionales complejos como el dolor, el miedo o el estrés en tiempo real. En este escenario, la comunicación humano-animal se perfila como uno de los campos más fascinantes, y éticamente delicados, de la revolución tecnológica en curso.
Prototipos con IA que descifran ladridos y maullidos

La comunicación humano-animal se perfila como uno de los campos más fascinantes, y éticamente delicados, de la revolución tecnológica en curso.
Algunas startups ya están desarrollando prototipos para facilitar esta conexión emocional y sensorial con las mascotas. Por ejemplo, la empresa surcoreana Petpuls creó un collar inteligente capaz de identificar cinco estados emocionales distintos en perros mediante el análisis de la tonalidad de sus ladridos. En paralelo, la firma estadounidense Zoolingua investiga patrones de comportamiento en gatos para inferir estados de ánimo. Estos avances marcan el inicio de una nueva etapa donde la IA y mascotas interactúan de forma cada vez más sofisticada.
Sin embargo, estos sistemas aún enfrentan críticas. Los expertos advierten que, aunque prometedores, estos dispositivos están limitados por la complejidad del contexto y de las emociones animales. La tecnología aplicada al lenguaje animal requiere mucha más precisión para evitar malinterpretaciones que puedan afectar negativamente el bienestar de los animales. Aun así, los desarrollos actuales sientan las bases de lo que podría ser un salto evolutivo en la convivencia interespecie.
Un centro pionero para estudiar la conciencia animal

Expertos de todo el mundo trabajan en nuevas tecnologías que podrían cambiar la forma en que los humanos se comunican con sus mascotas.
Conscientes del potencial y los desafíos éticos que implica esta tecnología, la London School of Economics (LSE) abrirá en septiembre el Jeremy Coller Centre for Animal Sentience. Este centro reunirá expertos en neurociencia, filosofía, derecho, psicología y inteligencia artificial con el objetivo de explorar cómo piensan y sienten los animales no humanos. Su propósito: establecer estándares éticos y científicos para el desarrollo de herramientas que permitan una comunicación humano-animal más justa, precisa y respetuosa.
El profesor Jonathan Birch, quien dirigirá el centro, ha advertido sobre el riesgo de confiar ciegamente en estas herramientas. Un error de interpretación, como creer que un perro está tranquilo cuando en realidad siente dolor, podría tener consecuencias graves. Por ello, subraya la necesidad de marcos regulatorios internacionales que garanticen un uso ético de la tecnología. La inversión inicial, de más de 5 millones de dólares, refleja el compromiso con un enfoque interdisciplinario y riguroso.
Comunicación interespecie y ética global

El Jeremy Coller Centre for Animal Sentience se propone sentar las bases éticas para el uso de inteligencia artificial en la relación entre humanos y animales.
El lanzamiento del centro ha reunido voces destacadas que abogan por una reflexión profunda sobre el impacto de la IA en la vida animal. Expertos como Jeff Sebo o Kristin Andrews coinciden en que avanzar en el entendimiento de la conciencia animal no solo mejorará nuestra relación con las mascotas, sino que también puede ofrecer pistas sobre la naturaleza de la conciencia humana.
Para Jeremy Coller, principal impulsor del proyecto, la inteligencia artificial puede convertirse en una suerte de “Piedra de Rosetta” que nos ayude a traducir lo que los animales sienten y comunican. La ambición es alta: transformar nuestra comprensión sobre otras especies y garantizar que la tecnología no distorsione, sino enriquezca, la conexión entre seres humanos y animales.