Un dolor en el pecho que parece pasajero o una dificultad repentina para respirar pueden parecer síntomas comunes o leves, pero en realidad podrían estar alertando sobre un problema mucho más serio y silencioso. Muchas personas subestiman estas señales, sin saber que detrás de ellas puede esconderse una afección que pone en riesgo la vida y requiere atención inmediata.

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Se trata del tromboembolismo pulmonar (TEP), una enfermedad grave que ocurre cuando un coágulo formado en otra parte del cuerpo, generalmente en las venas de las piernas, bloquea una arteria en los pulmones. Este bloqueo interfiere con la correcta oxigenación de la sangre y aumenta la presión en el corazón, lo que puede causar síntomas como dolor torácico, disnea, mareos y, en casos graves, incluso la muerte súbita. Reconocer estos signos a tiempo es clave para evitar complicaciones fatales.
¿Qué es el tromboembolismo pulmonar y cómo se produce?
El tromboembolismo pulmonar (TEP) ocurre cuando un coágulo sanguíneo —o, en casos menos frecuentes, aire o grasa— viaja desde otra parte del cuerpo hasta los pulmones, donde bloquea una arteria. Según explica la Fundación Española del Corazón, en la mayoría de los casos el trombo se origina en las venas profundas de las piernas y asciende hasta la arteria pulmonar a través del corazón.

El tromboembolismo pulmonar ocurre cuando un coágulo bloquea una arteria en los pulmones, impidiendo el flujo normal de sangre y oxígeno.
Esta obstrucción impide que parte del pulmón reciba sangre rica en dióxido de carbono para oxigenarla, lo que afecta la distribución de oxígeno a todo el cuerpo. Además, el corazón se ve forzado a bombear con mayor presión contra ese bloqueo, debilitando el ventrículo derecho, lo que agrava el riesgo para la salud cardiovascular del paciente.
Síntomas y factores de riesgo del tromboembolismo pulmonar
Entre los síntomas más comunes del tromboembolismo pulmonar se encuentran la disnea (sensación de falta de aire), dolor torácico, mareos o desmayos. En casos más severos, puede aparecer fiebre o incluso tos con sangre, especialmente si se produce un infarto pulmonar. Cuando el trombo es lo suficientemente grande como para obstruir una arteria pulmonar principal, puede derivar en un desenlace fatal si no se trata con rapidez.
Existen diversos factores que aumentan el riesgo de padecer esta condición. Entre ellos se destacan: fracturas o cirugías recientes en extremidades inferiores, inmovilización prolongada (como el reposo en cama o viajes largos), obesidad, tabaquismo, ciertos tipos de cáncer y el uso de anticonceptivos orales, especialmente en mujeres fumadoras. También hay causas genéticas o adquiridas que generan un estado de hipercoagulabilidad, es decir, una tendencia a formar coágulos con mayor facilidad.

Un simple dolor torácico puede ser la señal de alerta de una afección grave como el TEP, que requiere atención médica urgente.
Tratamiento y prevención del TEP
El tratamiento del tromboembolismo pulmonar se inicia generalmente con la administración de anticoagulantes por vía endovenosa o subcutánea —como la heparina— para disolver el coágulo y prevenir nuevas obstrucciones. En situaciones críticas o cuando el paciente no puede recibir anticoagulantes, se recurre a la fibrinólisis (una terapia para deshacer rápidamente el coágulo) o a la colocación de un filtro en la vena cava, que actúa como barrera para evitar que nuevos trombos lleguen al pulmón.
Una vez superada la fase aguda, el paciente continúa el tratamiento en casa mediante anticoagulantes orales como Xarelto, Sintrom o Eliquis, durante un mínimo de tres meses. En personas con mayor riesgo de recurrencia, esta medicación puede prolongarse incluso de por vida. La detección temprana, el control de factores predisponentes y el seguimiento médico son claves para evitar complicaciones y mejorar la calidad de vida tras un episodio de TEP.