¿Te has preguntado por qué, incluso cuando todo va bien, tu mente insiste en imaginar el peor escenario posible? No es casualidad: es biología. Nuestro cerebro tiene un sesgo natural hacia lo negativo, una especie de sistema de alarma interna que fue esencial para la supervivencia, pero que hoy puede jugarnos en contra.

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La neurocientífica Nicole Vignola, autora del libro Rewire y divulgadora en redes sociales, ofrece una mirada clara sobre este fenómeno. En una charla del ciclo Aprendemos Juntos, explica cómo este patrón mental automático, conocido como sesgo de negatividad, afecta tanto nuestra percepción diaria como nuestra salud mental.
Cómo el sesgo de negatividad se originó en la evolución humana
A lo largo de miles de años, nuestros antepasados sobrevivieron gracias a la capacidad de detectar amenazas rápidamente. Esta función se mantiene activa en nuestro cerebro moderno, aunque el entorno ya no represente los mismos peligros.

El sesgo de negatividad, afecta tanto nuestra percepción diaria como nuestra salud mental.
“Tenemos algo llamado sesgo de negatividad, y eso significa que nuestro cerebro prefiere prestar atención a la información negativa por razones evolutivas”. Este enfoque era útil cuando estar alerta podía marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Asimismo, “Nos sirvió para comprender lo que nos podía matar o no”, afirma Vignola. Sin embargo, lo que en otro tiempo fue clave para la supervivencia, hoy puede volverse en contra y alimentar preocupaciones innecesarias, pensamientos negativos persistentes y un enfoque distorsionado de la realidad.
Cómo los pensamientos negativos afectan nuestra percepción
En la actualidad, este sesgo puede influir negativamente en cómo interpretamos los eventos diarios. Situaciones que podrían pasar desapercibidas tienden a adquirir un tono más amenazante o pesimista bajo su influencia.
“Cuando vamos por la vida, este sesgo de negatividad puede tomar el control y empezamos a ver que la vida puede ser un poco más mala de lo que realmente es”. Este filtro mental nos lleva a recordar más lo negativo que lo positivo, a enfocarnos en lo que falta en lugar de lo que ya tenemos, y a quedar atrapados en un bucle de pensamientos negativos automáticos que limitan nuestra capacidad de disfrutar el presente.
Entrenar al cerebro para romper el patrón negativo

Cuando vamos por la vida, este sesgo de negatividad puede tomar el control y empezamos a ver que la vida puede ser un poco más mala de lo que realmente es.
Aunque este sesgo está profundamente arraigado, la neurociencia ha demostrado que podemos modificar estos patrones a través del entrenamiento mental. “La clave está en introducir de forma consciente pensamientos y prácticas positivas que contrarresten esa desproporción”, explica Nicole.
Y la investigación también lo respalda. El estudio de Paul Rozin y Edward Royzman, publicado en Psychological Bulletin, evidenció que los eventos negativos dejan una huella más profunda que los positivos en aspectos como la memoria, el lenguaje y la toma de decisiones. Aun así, con práctica y constancia, es posible suavizar esa desproporción.

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Cómo superar el sesgo de negatividad
- Escribe cada día al menos tres cosas positivas que te hayan sucedido.
- Al enfrentarte a un pensamiento negativo, cuestiónalo con lógica y evidencia.
- Elige conscientemente consumir contenido inspirador o edificante.
- La práctica de mindfulness puede ayudarte a observar los pensamientos sin dejarte arrastrar por ellos.
- Rodéate de personas que refuercen una visión equilibrada de la vida.