Dormir bien ya no es solo una recomendación heredada de las abuelas o un lujo reservado para tiempos menos estresantes. La ciencia acaba de respaldar con evidencia sólida lo que muchos intuían: acostarse temprano puede influir directamente en la cantidad de ejercicio físico que realizamos al día siguiente. Un estudio reciente, liderado por la Universidad de Monash en Australia y publicado en la revista científica PNAS, analizó los hábitos de sueño y actividad de casi 20 mil adultos, y sus hallazgos podrían transformar la forma en que organizamos nuestras noches.

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Los participantes llevaron dispositivos biomédicos que registraron su actividad física y horarios de sueño durante millones de noches en total. ¿La conclusión? Quienes se acostaban antes de las 9 p. m. realizaban, en promedio, 30 minutos más de actividad física moderada a vigorosa al día siguiente en comparación con quienes dormían más tarde.
Dormir temprano para un buen rendimiento físico

Acostarse temprano puede influir directamente en la cantidad de ejercicio físico que realizamos al día siguiente.
El hallazgo no se limita a una cuestión de cronotipo o estilo de vida. Según los investigadores, cambiar los horarios para acostarse más temprano también generó un aumento en la actividad física diaria de los participantes. Esto sugiere que no es solo una preferencia personal, sino una herramienta concreta para mejorar la salud.
En un país como el Perú, donde las largas jornadas laborales, el tráfico y el cansancio diario suelen dejar poco margen para el ejercicio, este tipo de estudios plantea una solución accesible: modificar gradualmente los horarios de sueño. Si te acuestas más temprano, tendrás más energía y más tiempo disponible al día siguiente para moverte, ya sea salir a correr, caminar, hacer ejercicio en casa o ir al gimnasio.
El impacto acumulativo del sueño y el ejercicio

Cambiar los horarios para acostarse más temprano también generó un aumento en la actividad física diaria.
La relación entre sueño y rendimiento físico ya ha sido respaldada por investigaciones anteriores. Estudios como el del Dr. Josh Leota, autor principal del análisis, muestran que las personas físicamente activas pueden tener una “ventaja biológica de envejecimiento” de hasta nueve años. Dormir temprano actúa como un disparador saludable que facilita esa cadena de beneficios: mayor energía, mejor humor, más ejercicio y, por ende, mejor salud a largo plazo.

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Además, dormir antes también mejora otros aspectos clave del bienestar, como la regulación hormonal, el estado de ánimo y la capacidad de concentración. Para quienes lidian con rutinas exigentes, como madres y padres de familia, trabajadores del turno noche o estudiantes universitarios, este ajuste puede ser una estrategia simple pero poderosa para recuperar el equilibrio. En resumen: no se trata solo de dormir más, sino de dormir a la hora correcta.