La inteligencia artificial (IA) ha irrumpido en el campo de la salud mental con fuerza. Aplicaciones y plataformas automatizadas como chatbots terapéuticos prometen accesibilidad, inmediatez y anonimato para millones que no tienen acceso a un profesional humano.
Según la psicóloga Sarah Gundle, este tipo de herramientas pueden servir como complemento, pero no reemplazan la complejidad emocional que implica una relación terapéutica real.
Diversos estudios coinciden en que la IA en psicología puede ser útil en la detección temprana de trastornos como la ansiedad o la depresión a través del análisis de patrones lingüísticos y de comportamiento en redes sociales o aplicaciones móviles.

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IA en la Psicología: ¿Un aliado… o una amenaza?
Sin embargo, la automatización de procesos emocionales conlleva riesgos para la salud mental. Uno de los principales peligros, según Ibero, es la deshumanización del proceso terapéutico. La falta de empatía, matices culturales o contextos individuales puede llevar a errores de diagnóstico o tratamientos inadecuados.
Gundle advierte que “delegar el cuidado emocional en sistemas sin supervisión humana puede generar dependencia o desinformación”. Además, la privacidad de los datos y el consentimiento informado siguen siendo desafíos éticos cruciales.
El futuro de la IA en la psicología parece inevitable, pero no debe perder de vista su rol complementario. Las decisiones terapéuticas deben mantenerse bajo la guía de profesionales humanos, integrando la tecnología como una herramienta de apoyo y no como reemplazo.

IA y salud mental: ¿qué sigue? Foto: composición GLR/difusión

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¿Es segura la terapia basada en inteligencia artificial?
La terapia basada en inteligencia artificial ofrece ventajas como disponibilidad inmediata, accesibilidad económica y anonimato, pero su seguridad depende de varios factores. Según la Escuela de Medicina de Harvard, aún existen límites importantes en cuanto a empatía, interpretación emocional y comprensión contextual que una IA no puede replicar por completo.
Además, especialistas como Sarah Gundle advierten sobre los riesgos éticos, especialmente en privacidad de datos, diagnósticos automatizados incorrectos y dependencia emocional. Por ello, se recomienda que estos sistemas actúen como complementos y no sustitutos de la terapia humana.