Tener acné es una experiencia común que puede afectar tanto a adolescentes como a adultos jóvenes. Aunque suele asociarse a la pubertad, esta condición cutánea puede persistir hasta la adultez, especialmente en mujeres. No solo se trata de un problema estético, sino también de una señal de desequilibrio en el funcionamiento de la piel, relacionado con factores hormonales, genéticos y ambientales.
Esta afección se produce cuando los poros se obstruyen por exceso de grasa, células muertas o bacterias. Su evolución puede variar desde casos leves hasta formas severas que dejan cicatrices visibles. Por eso, reconocer las señales tempranas y entender sus causas es clave para buscar el tratamiento adecuado. A continuación, te explicamos los tipos más comunes de lesiones, los factores que las desencadenan y las opciones más efectivas para combatirlas.
Síntomas del acné: cómo reconocer sus señales

La limpieza facial diaria es clave para prevenir el exceso de grasa y la obstrucción de los poros.
Especialistas de la Clínica Universidad de Navarra señalan que las manifestaciones del acné pueden variar de una persona a otra. Algunas personas desarrollan pequeñas imperfecciones, mientras que otras enfrentan brotes más dolorosos y extensos. En términos generales, las lesiones se dividen en inflamatorias y no inflamatorias.
Entre los síntomas más comunes se encuentran:
- Comedones cerrados y abiertos (los famosos "puntos negros")
- Pápulas rojizas
- Pústulas con pus
- Nódulos o quistes dolorosos
- Cicatrices visibles en la piel
Las formas más severas, como el acné quístico o fulminante, pueden incluso provocar fiebre y afectar el bienestar general del paciente, por lo que requieren atención médica inmediata.
Principales causas del acné

Algunas formas de acné, como el quístico, pueden dejar cicatrices si no se tratan a tiempo.
El origen del acné suele estar relacionado con un conjunto de factores que afectan el equilibrio de la piel. Uno de los más importantes es la obstrucción del folículo piloso por la acumulación de sebo y células muertas. También influyen los cambios hormonales, sobre todo durante la adolescencia, el ciclo menstrual o el embarazo.
Además, existen otras causas clave:
- Exceso de secreción de las glándulas sebáceas
- Alteraciones en la microbiota de la piel (como la proliferación de Propionibacterium acnes)
- Respuesta inflamatoria intensa del sistema inmunológico
- Predisposición genética o antecedentes familiares
- Estrés emocional o malos hábitos alimenticios
Tratamiento del acné: desde lo leve hasta los casos más severos

El tratamiento adecuado del acné depende del tipo y severidad de las lesiones en la piel.
Los expertos afirman que, para combatir eficazmente el acné, es esencial determinar el tipo y gravedad de las lesiones. Los casos más leves suelen responder bien a tratamientos tópicos que ayudan a exfoliar la piel, controlar la producción de grasa y reducir la inflamación.

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Algunas opciones recomendadas son:
- Acné leve: productos con ácido salicílico, peróxido de benzoilo o retinoides tópicos
- Acné moderado: combinación de retinoides con antibióticos tópicos (clindamicina o eritromicina)
- Acné severo: antibióticos orales (tetraciclinas) o retinoides sistémicos como la isotretinoína, por un periodo de 4 a 6 meses
- Acné muy severo o quístico: tratamientos combinados con corticoides o procedimientos como el drenaje quirúrgico de quistes
Además del tratamiento farmacológico, una rutina diaria de higiene facial, evitar el uso excesivo de cosméticos comedogénicos y consultar con un dermatólogo son pasos clave para prevenir complicaciones y marcas permanentes.